5 de noviembre de 2005

Viaje 6

Como decía... iba por la ruta "mirando" al sur. El sol en lo alto calcinando y el cielo super azul optimismo (claro, si hay un verde esperanza, hay un azul optimismo). Hacer dedo, algunos lo sabrán, otros no, es una actividad cansadora. Si uno está acompañado, se hace amena, pero es más improbable que alguien pare.

Por supuesto que hay mil casos y escepciones. Por ejemplo, es más fácil que levanten a una pareja que a un tipo solo. O a dos chicas. Dos amigos varones pueden casi caminar hasta Puerto Madryn sin que nadie frene a su lado en la ruta. O no, todo depende.

En este caso estaba solo. Y caminé bastante. Bastante. Y cuando digo bastante, me refiero a que caminé unos 15 kilómetros. (si, ya sé, el maratón son 42 y pico y lo hacen corriendo, si, pero ellos no fuman los 20 parisiennes que yo fumaba por día, ni cargan con 50 kilos en la espalda, ni esperan tampoco que alguien pare a su lado diciendo "hasta donde vas pibe?".

Por eso. No es lo mismo.

Finalmente llegué hasta una estación de servicio, casi seguro la última antes de la ruta ruta. Allí me senté y me dije "de acá me voy en un camión o me quedo a vivir".

No llegué a verificar si mi determinación era tal, ya que a eso de las 5 de la tarde conseguí que un camionero se apiadara de mi y me llevara.
En la cabina no tenía espacio y la mochila la metió en el acoplado.
Voy a explicar mejor, porque no se si quedó claro.

El tipo se subió al acoplado del camión, arriba de la lona que cubría la carga. Enorme. Estamos hablando de un camión de mas de 20 metros de largo. Desató muchos nudos para aflojar la lona. Habrán sido unos 20 nudos de esos que estan uno al lado del otro.

Después de aflojar la lona lo suficiente como para que entrara mi mochila, la acomodó y la tapó con la lona. Y volvió a atar los 20 nudos. "Ajustalos bien, por favor", pensaba yo mientras miraba incrédulo de que el tipo se tomara semejante trabajo para llevarme a cambio de nada.

Después partimos.

No recuerdo el nombre del camionero. Pero se que era de noche cuando de repente paró y me dijo "acá esta la entrada a Puerto Madryn, yo sigo por la ruta, pero vos andá por esa salida, son 5 kilómetros".

Se bajó, se volvió a subir, desató los nudos, sacó la mochila, ató los nudos, me dijo "suerte", mientras nos dimos un fuerte apretón demanos y se fue.

Al alejarse las poderosas luces del camión descubrí que en esa noche sin luna, abrir y cerrar los ojos no hacía diferencia. Y no exagero.

(continua...)

No hay comentarios.: