4 de noviembre de 2005

Viaje 5

Ok, vuelvo al relato. Igualmente me gustó robar la idea de Patrizio y adaptarla a mi conocimiento. Tuve de repente una afluencia de comments que no tenía hace mucho. Así que eso seguirá en distintas emisiones.

Ah, otra cosa: si además de Gabyta, que confesó entrar y leer desde hace tiempo y nunca comentar, hay otra gente que lo hace... que onda? comenten!

Si no tienen nada para decir sobre lo que escribo, al menos un saludo, un "hola, pase por acá".

OK??

Bueno, sigo.

Son las 7 de la mañana del segundo día de viaje.

Afuera del refugio provisorio ya no llueve y es más, el cielo se parte de azul y sol. Oscar, como dije, había hecho tostadas. Desayuné.

Todavía quedaban charcos en el suelo verde del camping, pero el cielo era muy prometedor. El optimismo no había decaido ni un milímetro desde la salida de buenos aires.

La carpa era un desastre. Acampé muchas veces y muchas veces llovió, y algunas de esas veces me entró agua. Pero esta vez era distinto. No había objeto o prenda de vestir que no estuviera mojado como si se lo hubiera sumergido completamente en agua.

Saqué la bolsa de dormir, la enrosqué trabajosamente hasta quitarle la mayor cantidad de agua y la colgué en una soga que improvisé con una soga (que grosso, improvisando una soga con una soga) que até a un árbol y a un poste de algo.

En esa misma soga colgué toda la ropa que saqué de la mochila y la mochila también.

Después, con la carpa vacía, quité las estacas y la volqué para sacarle el agua de adentro.

Una vez hecho todo esto, solo restaba esperar que el sol hiciera su trabajo.
Me puse a hacer artesanías hasta el mediodía. El sol pegaba tan fuerte que de a ratos miraba la ropa y se veía como la sequedad avanzaba sobre la humedad.

La cosa iba bien encaminada. Tenía hambre, pero tenía algunas latas. Desayuné unas arvejas.

El paquete de puchos estaba llegando a su fin y descontando el camping me quedaba todavía algo de plata.

Al mediodía estuvo todo seco y lo volví a guardar. Desarmé la carpa y armé todo el bulto que cargaría a mis espaldas durante largo rato.

Pagué los 5 pesos del camping, me despedí de Oscar, que todavía me dio otra hogaza de pan (epa, vocabulario!). Le pregunté cómo llegar hasta la ruta que iba para Puerto Madryn y me fui.

Media hora después ya había comprado puchos y unas frutas, creo que durazno. Y estaba caminando tranquilo por la banquina, mirando al sur.

(continua...)

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