9 de julio de 2007

Algunos pensamientos acerca...

Tengo varias teorías acerca de las relaciones entre hombres y mujeres basadas en experiencias propias y ajenas. No sé si me alcanzan para un post, o me sobran, en todo caso veremos cómo sale, pero comenzaremos por un problema muy común que es la infidelidad.

Imaginemos una pareja que está bien, o sea, que viven juntos, hasta quizás están casados. Ambos tienen trabajos, compañeros de oficina, etc.

Se aman, se quieren realmente mucho. Pero pasa el tiempo. Y no es que dejan de quererse, para nada, pero con el tiempo, inevitablemente, el amor se convierte en algo rutinario. Y no me refiero al clásico problema de la rutina, no digo que el amor se hace rutinario porque la vida sea rutinaria.
Hablo de una rutina del amor que es más bien como un acostumbramiento.

Cuando uno se enamora, entre otras cosas, se enamora del asombro. Por supuesto, la belleza física siempre está presente, la coincidencia en algunos gustos, ideas, etc. Eso siempre está. Pero si no hay una cuota de asombro, de sorpresa, de misterio, no se produce enamoramiento.

Cuando uno conoce una mujer, o un hombre, hay una etapa que, más allá de cuestiones biológicas y químicas que en teoría explican reacciones corporales y por el estilo, además de eso, hay un misterio. Hay un entorno personal de esa otra persona al que no accedemos instantáneamente.

Ese proceso, el de ir develando el misterio, corresponde siempre a la primera etapa de la relación, por una cuestión simple: después de un tiempo uno prácticamente ya habló de todo. Las anécdotas están agotadas, los recuerdos, las historias de parientes y amigos, etc.

Las opiniones políticas, teológicas, y de toda índole, se plantean en esa etapa, porque es la etapa en la que uno quiere saber quién es esa persona.
Además, por supuesto, uno demora un tiempo x, entre minutos o meses, en llegar a la cuestión sexual. Y ese tiempo, el tiempo que uno tarda en tener con la otra persona la confianza de piel que da el contacto casi cotidiano, ocurre también durante la primera etapa.

Luego, cuando uno se muda a vivir con su pareja, comienza una segunda etapa, marcada por pagos de facturas, alquiler, cocinar, la limpieza, etc. Parecen triviales estas cuestiones, pero son tan importantes como las otras. Y en general uno las descubre cuando llega a la segunda etapa.

O sea, hasta que no vivís con tu pareja, no sabés como es vivir con tu pareja, obvio.

Pero después de esto, y superada esta etapa, se llega a un estancamiento emocional. Inevitablemente. La persona que tenés al lado, a la que amás con todo el corazón, pasa a ser algo tan cotidiano, tan acostumbrado, tan cercano y conocido, que uno puede sentir que ya no le interesa.

El problema, uno de ellos, es que uno debería saber que este proceso es inevitable. O sea: si uno tiene suficiente tiempo, llegará a un momento en que sentirá que está viviendo con un amigo/a, con el que comparte los gastos y tiene sexo cada tanto (mucho menos que al principio, claro).

Pero esto, esta situación, es la tercera etapa. Es la más difícil de superar, porque requiere de nuestra comprensión de la situación, de nuestra paciencia, de nuestro amor en definitiva. Es decir: hay que confiar en el amor que uno siente por el otro.

Porque es en este exacto momento que sucede lo que quería decir en este post.

Ambos trabajan y seguramente tienen compañeros de trabajo, o van al gimnasio, o al club, o salen con los amigos/as. Es imposible evitar el contacto con otras personas, en especial si uno quiere seguir siendo una persona normal. No se puede estar encerrado, con viseras de caballo, enceguecido de amor. Eso no existe.

Siempre va a aparecer una persona que junte algunas de estas caracteristicas:

a. belleza física
b. personalidad interesante
c. intereses comunes
d. problemas comunes (esto sucede en especial en el trabajo)
e. hechos cotidianos compartidos
f. complicidades y chistes
g. soltero/a o con problemas con su pareja

Si un hombre o una mujer en pareja conoce a una mujer u hombre que tiene 3 o más de estas caracteristicas, está en presencia de la persona que puede hacer tambalear su relación.

Sucede que la persona nueva es, justamente, nueva. Todo lo que la pareja actual ya "gastó" en la primera etapa de la relación, esa otra persona lo tiene intacto. Y no sólo eso. Uno mismo, para ese nuevo, es nuevo. Uno sabe que la pareja actual conoce nuestras historias, nuestros fracasos, nuestras virtudes y defectos. Pero la nueva persona es doblemente nueva.

Uno, de repente, no solo descubre un nuevo misterio, sino que se transforma en misterio a la vez. Y eso es muy tentador.

Y es dificil darse cuenta, pues hay que estar muy atento para verlo. Ese compeñero/a de trabajo, por ejemplo, es simpático, hace un chiste, uno tuvo un mal día ese día en casa y cualquier muestra de simpatía cae bien. Uno no es consciente, pero ese día acaba de nacer algo nuevo.

Finalmente, si uno no es consciente de todo esto, esa otra persona termina siendo irresistible, y al comparar (inevitablemente se compara) el actual sale SIEMPRE perdiendo. SIEMPRE.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo con tus reflexiones. Me ha traido además a la cabeza esa canción de los Who: "Love Ain't for Keeping".

Y es que en esta sociedad que hemos creado y la moral que nos hemos inventado, a menudo olvidamos que la principal característica de la vida es su dinamismo, el cambio constante, en todas las facetas de la vida. Y nosotros empeñados en conseguir una estabilidad y rutina de la que al final terminamos quejándonos...