27 de enero de 2006

Viaje 19

El viaje continuó tranquilamente.
(No me acuerdo los nombres de los hermanos, así que los llamaré Juan y Ana, ok?)

Horas antes, al subir a la camioneta, Ana se dio cuenta que se había dejado los cigarrillos en la mochila, entonces Diego (el conductor) nos ofreció de su paquete. Le fumamos uno, dos... tres.
Después nos daba algo de pudor seguir fumándole los puchos. Pero en seguida se daba cuenta, porque se prendía uno, nos ofrecía y le decíamos que no. Y como veníamos aceptándole uno tras otro, le resultaba muy sospechoso. Y casi que se enojaba, sonriente, y nos "obligaba" a aceptarlos. Decía "después cuando paremos buscás los tuyos y me convidás".

Pero la primera vez que paramos, en una estación de servicio, no quiso saber nada con buscar los puchos. De hecho se bajó, fue hasta el kiosco, compró mas cigarrillos y volvió. Y seguimos fumando de los suyos.

Conversábamos sobre el viaje, hacia dónde iba cada uno y eso. Yo digo "... si, estoy yendo a Esquel, pero mi idea es llegar a Bariloche". Y Diego dice "che, mirá la suerte que tenés... yo paso la noche en Esquel y mañana sigo hasta Bariloche".

Así que ese era el plan.

Al llegar a Esquel, objetivo principal de Juan y Ana, y escala intermedia de mi itinerario, eran las 10 de la noche. Yo no tenía un peso. Diego ofrece llevarnos hasta un lugar para comer algo. Bueno, dicen los hermanos, "pero te invitamos nosotros". Los tres estábamos deseosos de retribuirle por la buena onda, por llevarnos, por los puchos. Habíamos decidido invitarlo a cenar.

Pero el muy tramposo nos llevó a un lugar donde, apenas entró, la mujer que atendía lo recibió con un "¡Diego!, tanto tiempo... ¿cómo andás?" y nos dimos cuenta que nos había llevado a un lugar conocido.
Esta mujer nos trajo unos panes y rodajas de pollo y carne para hacernos sanguchitos. Trajo una cerveza helada, trajo más carne, más pollo, más pancitos.

Trajo más cerveza...

Al terminar eran las 11 y media. "Cuánto se debe", preguntó Juan.
"Ya está todo pago", respondió Diego.

El muy guacho no dejó que le pagáramos nada ni le diéramos nada.

Nos dejó en la puerta de un cámping y arreglamos que me pasaba a buscar al las 10 de la mañana para seguir viaje hasta Bariloche.

Armamos la carpa de ellos, dormimos los tres.

Al otro día me quedé dormido.

Y si uno piensa que el tipo era un desconocido y que podía irse sin que yo siquiera me enojara y que lo único que podía hacer era entrar al camping a buscarme, y que no conocía la carpa, que tenía que preguntarle al tipo de la puerta donde estabamos para despues buscar la carpa y llegado hasta ahí, despertarme, y después esperar que me levantara, agarrara mis cosas y etc... qué sé yo... ni siquiera yo se si lo hubiera hecho...

Pero el tipo lo hizo.

El tipo más buenazo que me crucé alguna vez en algún viaje en todo lo que llevo de vida.

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