1 de noviembre de 2005

Viaje 4

Salí de la carpa en medio de la lluvia. Afuera me mojaba casi lo mismo que adentro.

Levanté la vista, miré alrededor... tengamos en cuenta que estábamos en marzo, primeros días... y que estaba en un camping en Bahia Blanca... una total desolación. NI UNA CARPA, NI NADIE EN NINGUN LADO.

A lo lejos divisé la única construcción en todo el lugar: la casilla del sereno. O sea: del que cuidaba de noche.

Miré la adentro de la carpa un par de segundos deliberando conmigo mismo el dilema de dejar todo allí bajo (y sobre) el agua, o hacer alguna otra cosa que en realidad no se me ocurría. Finalmente dejé todo en la carpa. Era bastante improbable que se mojara más, pues estaba todo totalmente mojado.

Me alejé de la carpa caminando despreocupado entre lagunas improvisadas hasta llegar al lugar. La puerta estaba abierta y adentro estaba el mismo tipo que me había recibido al llegar al camping a la mañana. "Este tipo vive acá", me dije, "y por lo visto no duerme".

Estaba acuclillado (léase: en cuclillas) frente a una caldera con leña alrededor. Atizaba las brazas con un atizador. Me miró como estaba empapado parado en la puerta, y su cara fue algo así: "Estaba preguntándome cuánto más ibas a tardar".

En ese momento me di cuenta que llovía mucho. Quiero decir que llovía, si, obviamente, pero en ese momento me percaté del hecho destacable de que realmente llovía MUCHO. No sé si alguna carpa hubiera aguantado.

El tipo, pocos minutos después supe que se llamaba Oscar, me señaló una silla diciendo: "Ahí tenés una toalla".

La toalla estaba en el respaldo de la silla, me sequé la cara y los brazos y me senté. Estar seco y no debajo de agua era bueno.

Al rato hizo mate, y comimos unas rodajas de pan casero que tenía.

Después de un par de horas en las que escuché sus historias de camionero (había sido camionero durante muchos años) seguía lloviendo y me ofreció tirarme en un colchón que había ahí. "Yo duermo en la habitación de al lado, pero si querés quedate, te traigo una frazada".

Bueno... se interrumpe aqui el relato hasta el día siguiente en el cual Oscar me despertó con tostadas del pan casero y un dulce de no recuerdo qué, a las 7 de la mañana.

(continua...)

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